domingo, 19 de abril de 2015

Luto y Dolor en El Sauce

Sauce
La muerte de Rosibel Murillo Luna, de 53 años, una de las tres víctimas de asesinato en el barrio Los Ángeles Managua, llegó a oídos de sus familiares de su natal comarca Las Mercedes, municipio de El Sauce, departamento de León, el propio día que hacían una misa de nueve días por la muerte de una tía (de la occisa Murillo) quien falleció de causas naturales.
Era un doble golpe para la familia y para todo el pueblo, esperaron tres días para realizar un acto nunca antes visto en Las Mercedes: El primer sepelio nocturno.
Rosibel, su esposo Santos Lucío Bravo Gómez, de 56 años y la hija de ambos Lucía Leticia Bravo Murillo, de 22, inicialmente habían estado sepultados en una misma fosa en el barrio Los Ángeles, porque Nahum Isaí Bravo Tórrez, de 25, se había encargado de planear el triple crimen y durante 15 días mantuvo oculto los cuerpos.
Nahum, presunto autor material e intelectual de los horrendos crímenes de su padre, media hermana y madrastra, donde también están involucrados cuatro acompañantes, ya está en manos de la justicia junto a sus compinches.

En managua

A don Santos Bravo Gómez sus familiares prefirieron sepultarlo en el cementerio del barrio Milagro de Dios, de la capital.
Los restos de Rosibel y su hija Lucía, partieron de la capital, hasta su última morada en el cementerio llamado El Capulín, de la comarca Las Mercedes, en El Sauce, León.
Griseyda Luna dijo que su prima-hermana, Rosibel, dejó la comarca a sus 18 años de edad, y esporádicamente regresaba a visitarlos. Esta vez llegó a quedarse para siempre junto a hija Lucía Leticia.

Una travesía

Llegar a la comunidad Las Mercedes, es una travesía. Muchos entran a caballo, motos o en vehículos “todo terreno”.
El camino pedregoso era una odisea para quienes iban en vehículos bajos, al final la caravana terminó en una mini rotonda, rodeada por troncos de árboles donde un centenar de personas esperaban los restos de las víctimas Rosibel y Lucía Leticia. El cielo también las recibió con una multitud de estrellas.
Con celulares y lámparas en manos a nadie se le dificultó llegar a El Capulín; en tres árboles habían pequeñas plantas eléctricas que levantaban igual cantidad de bujías donde se alcanzaban ver las escasas tumbas.
Emilio Obregón estaba estresado, el sudor en el rostro era más notorio y quería estar más cerca de su amada Lucía, con la que sostuvo un noviazgo de seis años, hasta que la muerte los separó.
El sacerdote de la comarca, se encargó de elevar palabras al creador, pidió fortaleza para la familia doliente y roció sobre los ataúdes agua bendita.
La familia lloraba, cuando los cuerpos de Rosibel y su hija Lucía Leticia, estaban a punto de descender a la bóveda.
En la memoria de los presentes solo quedará el recuerdo de haber visto a sus seres queridos en vida, por su avanzado estado de descomposición, ni siquiera fue posible que los velaran en la comarca.
El país quedó impactado por el horrendo crimen, y la comunidad de Las Mercedes, en El Sauce, guardará para siempre a dos víctimas de un Nahum, despiadado dispuesto a todo. Pero, ¿Qué ganó Nahum con el crimen?

La herencia

La joven Lucía estaba a punto de defender su tesis de la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Politécnica (Upoli) y dentro de dos meses ya sería licenciada.
De Nahum muchos sabían que le tenía envidia y temía que la joven Leticia fuera la heredera de los bienes de don Santos Bravo.
La joven fue la única de las víctimas que recibió múltiples puñaladas con saña en el cuerpo, ya que sus padres fueron muertos a tubazos y batazos.
Lo que recuerdan los familiares de don Santos, es que este (Nahum) supuestamente desde hace más de seis años, presuntamente le falsificaba la firma a su padre don Santos.
Lo cierto es que los compinches de Nahum, siempre han sido muy conocidos.
El caponero Jairo Josué Ugarte, acusado de matar a las víctimas a cuchilladas, tubazos y batazos, vive cerca de donde habita la madre de Nahum, en el barrio Las Torres, Managua.
Emilio Obregón, novio de la joven Lucía Bravo Murillo, asegura que tiene bonitos recuerdos de su amada novia. Ambos fueron monaguillos de la misma iglesia “Asunción de María”, ubicada en Ciudad Jardín, Managua. Amigos del coro de la iglesia del que formó parte la joven también asistieron a su sepelio.
Todos la recuerdan como popular y alegre. El lunes miembros de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) regresaron a la escena de los crímenes en busca de nuevas evidencias.

lunes, 6 de abril de 2015

Cultura: El Sauce y su Historia




No sé como es El Sauce ahora, ni tampoco Villanueva. Hace 75 años yo tenía siete, llegué a El Sauce a través del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua, empresa que en ese tiempo, era la más importante del país.
A mi edad cada vez que la máquina soltaba el vapor y cargaba agua, era un espectáculo que me llenaba de curiosidad. El Ingeniero Alfonso Solórzano era el Jefe del Ramal hacia el Norte y el destino final creo que era Estelí.
Como todo en Nicaragua o por culpa de la Segunda Guerra Mundial, los trabajos avanzaron muy poco y solamente llegaron a dos o tres pueblos más. El Ferrocarril fue una de las más importantes partes de nuestra historia y su destino final culminó en una venta de chatarra. Sus rieles eran la huella de su grandeza, sin embargo, en vez de rescatar la empresa, para bien de los usuarios del ferrocarril y de la economía nacional, le pusieron un “Rip” a la mayor estructura vial que tenía Nicaragua.
Sus derechos de vía se perdieron, quedaron en un canje, como derecho de la entonces empresa extranjera que suministraba el fluido eléctrico. A cambio iluminaron las entradas de los principales pueblos y ciudades del pacífico.
El tren pita y puja, decía un trabalenguas que los chavalos repetíamos alegremente, el tren puja y pita, era verdad. El tren pitaba al entrar en cada estación y las campanas tocaban al salir. Cada pueblo vivía en los andenes, su gente vendía cuajadas, tortillas, el tiste helado, las rosquillas, la cosa de horno, el vaho, el chancho con yuca en occidente y el vigorón en oriente. El tren pujaba al salir, un traca traca-traca traca- rechinando entre ruedas de acero y rieles, era un concierto que indicaba a los pasajeros el avance a su destino.
El Sauce es un recuerdo vago. Personas, personajes, sitios, casas, el telégrafo, la alcaldía, la iglesia, El Hotel Mangas, El Cabildo, los parientes, las canciones, un todo que por años no fue nada. Una Mina de Oro en Villanueva, fantasía de mi familia y de sus socios, era el destino económico de nosotros y El Sauce, la estación familiar, centro de operaciones y el lugar más cercano, tanto a Villanueva como a León.

El Hotel Mangas, de don Manuel, era nuestro hospedaje. Ahí conocí a Gloria y Yolanda Mangas y entable amistad para siempre con Arges Sequeira, muerto trágicamente en la Nicaragua de la difícil transición política del gobierno de doña Violeta. Mis otros amigos fueron Humberto Argüello Masis, sobrino de doña Angelita, una bella señora, esposa del ingeniero Alfonso Solórzano no tan agraciado físicamente, pero con una gran capacidad profesional y jefe del Ferrocarril. Leopoldo “Polo” Ramírez Eva, hijo de Arnoldo Ramírez Abaunza, quien tenía un aserradero en El Sauce, dicen que en sociedad con el viejo Somoza. Polo estudió en el Pedagógico de Diriamba donde nos volvimos a ver con el mismo cariño de siempre, hoy está muy enfermo, y su personalidad dinámica y locuaz, desgraciadamente, se encuentra mermada si no nula. Un abrazo de hermanos lleno de recuerdos y sinceridad nos dimos en la Iglesia de La Divina Misericordia casi con la certeza de nuestro último encuentro.
Otros sauceños de mi época que estuvieron en Diriamba fueron los García, dueños de grandes extensiones de tierra, productores de ganado y leche, millonarios entonces y millonarios ahora. Los García eran cheles, pecosos, flacos, prudentes, trabajadores y buena gente. Rubén Palacios hijo, víctima de la polio. La Olguita su hermana, Arnaldo Pastora, Tomás Valle y mayor que yo Rafael Corrales, hijo del dueño de la planta eléctrica, también exalumno de Diriamba y graduado como Ingeniero Civil, Payo siempre fue introvertido, no sé si tímido o inamistoso, casado con una de las mujeres más lindas de Managua, bella por dentro y por fuera. Payo murió hace muchos años. Arges Sequeira era mi carnal, me enseñó tres canciones, cuyas letras apenas recuerdo: Cómpreme Mondonguito, bien sabrosito…, era una de ellas, la otra: Ay el pobre Sebastián, Sebastián rómpete el cuero… Sebastián Sebastián, nunca lo hagas por dinero, y la última era maliciosa como la segunda, es la canción de doña Sapa que dice: Doña Sapa estaba cosiendo para el sapo una camisa, doña Sapa que se descuida y el sapo que se la pisa… la camisa a doña sapa…. Doña Sapa estaba cosiendo para el sapo un pantalón. Para los mayores, la canción de moda era de factura alemana — Barrilito, cervecero, barrigón y parrandero— Polka que se cantó previo y durante la guerra en todos los idiomas del mundo. Los personajes de El Sauce no eran muchos, Don Manuel Mangas el Sacerdote Luis González, párroco de la Iglesia, María Benita Palacios — la primera mujer farmacéutica de Nicaragua—, y hermana de la Dra. Concepción Palacios, Arnoldo Ramírez Abaunza, Los García, Los Corrales y los Pastora que eran todos, los ricos del pueblo.
El Calvario se localizaba en el Cerro del Ocote. Era un templo pequeño. Donde Cristo quedaba a la derecha y a la siniestra de dos ladrones, el arrepentido y el malo, tal como sucede en nuestra vida diaria.
El cerro del Ocote era el proveedor de los hachones de luz, que eran astillas de Ocote encendido, que por las noches la gente ocupaba para trasladarse de un lugar a otro y las colgaban como estandartes en las entradas de las casas como en los tiempos de La Colonia.
La iglesia del Cristo negro que yo conocí y en cuyos corredores del segundo piso se guardaban cofres conteniendo pistolas, rifles y espadas enfundadas, posiblemente de ejércitos si no españoles, conservadores, al hallarlas en nuestras aventuras, nos permitieron jugar con los ensambles a los tres mosqueteros, los piratas, los conquistadores. Ese templo se quemó, logrando salvar al Cristo.
Un día de tantos, estando en el comedor del Hotel Mangas, empezamos a escuchar un zumbido, después un ruido semejante a un tsunami, sordo, fuerte, cada vez mas cercano. Sonidos confusos, voces, gritos, yo me asusté. Arges dijo — Ya vienen los hondureños—, aparecieron por todas las calles a pie, a caballo, en carreta. Los promesantes sonaban sus cuernos o cachos de bueyes, repitiendo el sonido constantemente y manifestando su alegría al llegar a pagar sus promesas al Santo señor de Esquipulas, El Cristo Negro de El Sauce milagroso y centenario.
Mi último recuerdo de El Sauce es El cabildo, una casa vetusta, de madera y ladrillos, con un techo grande, bellísimo como los techos de la Plaza de Sutiaba en León. Era el Centro Cívico, ahí en un ejemplar ejercicio democrático, se discutían las cosas que les interesaban a todos los ciudadanos sauceños.
Un bando anunciaba la hora y el día y un cartel mal colgado lo recordaba, se entonaba el Himno Nacional y se discutían los temas, algunos hablaban emocionados, otros se alteraban, pero la calma y el buen juicio se imponían, era una práctica que ya no se lleva lastimosamente se olvidó, como el olvido llega hoy a mi mente sobre un Sauce que ya no conozco y una Villanueva que conservo en mi mente desde hace setenta y cinco años y que será sin duda, mi próximo artículo.
Articulo Original del Diario La Prensa, Edición del 21/Marzo/2015
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